El bolsillo izquierdo del pantalón era voluminoso, aunque de anchura y medida era idéntico al de su lado contrario. Sin embargo, Hemingway había logrado esconder unas rasgadas hojas de papel en el interior de su faltriquera. La última estrofa que había logrado manuscribir decía lo siguiente: “Toda la tristeza de la ciudad se nos echó encima”...
Dormí y no descansé. Me despertó el embustero sueño que está viviendo. De inmediato froté la yemas de mis dedos contra mis ojos y plisé en este rutinario acto las arrugas de mis mejillas. Desvelado a las tres de madrugada, fui consciente de que aún seguía durmiendo en una cama extraña en un país extranjero, y exhalé el cálido aliento que aún retenía en mi boca, dejando sólo en mi lengua el sabor de los labios de la última chica a la que besé...
Rememora retentiva. Retornemos al pretérito. Mi inquietud es mi desasosiego. La dueña de mis pensamientos es ahora ella, una chica de un café de París, de cara fresca como una moneda recién acuñada. Un numerario que sin estuche rueda por las calles, agitando el pálpito de mi corazón y el trazo de las líneas de este cuento...
Estimados lectores. Participo en el Concurso de Narrativa. Homeje a Ernest Hemingway, así que desde hoy día 12 de Enero hasta el próximo 20 de Febrero de 2015. podréis leer las obras aquí presentadas.