Las primeras líneas de las arrugas ya se habían empezado a formar en torno a las sábanas imitando la forma de sus cuerpos desnudos y aunque la temperatura exterior era de bajo cero, en el interior de la habitación no sintieron ese gélido frío, ni a los copos de nieve que caían del cielo sin llegar a cubrir sus figuras.
Con las manos extendidas, las yemas danzaban sin una dirección en concreto, y a veces repetían el mismo camino sin ellas saberlo...
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EL ÚLTIMO COPO DE NIEVE
Un saludo.
Akasha Valentine Escritora y Poeta.
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