Ya me había acostumbrado a su silente presencia, y me reconfortaba su pacífica manera de entrar a hurtadillas en mi habitación, mientras que con sus pisadas intentaba atraer el sigilo y con ello la paz de los campos cubiertos de flores que plantaba en macetas pintadas a mano con sus propios dedos, donde me representaba montado a caballo o arando la tierra; y entre todas ellas, mi favorita era la que yo permanecía sentado delante del fuego contemplando el cielo nocturno cogiendo su mano.
Lectura completa en:
CARTAS A MI CIUDAD DE NASHVILLE
Un saludo.
Akasha Valentine Escritora y Poeta.
No hay comentarios:
Publicar un comentario