Golpeó con suavidad el expediente XS09-45; G. Wolman era su último paciente. Exhaló el aire que tenía en los pulmones y reclinó su cuerpo contra el respaldo. Miró su reloj de muñeca y se dio cuenta de que sólo le quedaban dos horas libres antes de que comenzara su nuevo turno. Se levantó del asiento olvidándose por completo de que el café que tenía apoyado sobre la mesa de su despacho aún estaba caliente y no había probado ni un solo sorbo. Rebuscó en el primer cajón de su mesa unas antiguas llaves que le habían enviado semanas antes a su domicilio particular, sin remitente, con una única nota en su interior en la que se podía leer el siguiente mensaje:
Lectura completa en:
LA HABITACIÓN ABANDONADA NÚMERO 105. ALA OESTE
Un saludo.
Akasha Valentine. Escritora y poeta.
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