- Debo hacerlo. – Pensó.
- Pero duele. – Murmuró.
- Debo hacerlo.- Recapacitó.
- Pero duele.- Volvió a repetirse a sí mismo.
- Puedo pretender que no pasó nada. Todavía puedo acabar con lo que nunca debí haber empezado. Tal vez, sólo así, encuentre la paz… – Y su voz se fue acallando hasta quedar en un siseo sordo e insonoro que se fue consumiendo en el aire hasta que lo hizo desaparecer casi por completo, mientras dejaba sobre la mesilla el marco con la fotografía de la única mujer que en toda su vida amaría.
Un año antes…
Lectura completa en:
El engaño de nuestras palabras
Un saludo.
Akasha Valentine Escritora y Poeta.
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