El rítmico sonido de sus pies, aupados sobre sus extravagantes zapatos de plataforma de diez centímetros, se movían contoneados por el movimiento de sus caderas, lo que provocaba que su corto y almidonado vestido de los domingos de algodón con flores estampadas danzara en el aire, como si unas manos invisibles se movieran inquietas por su cadencioso movimiento intentando hacerme ver más allá de esa piel cubierta por unas medias que apenas podían tapar su negro lunar del tamaño de una lenteja que ubicado en la parte posterior de su muslo derecho me tentaba la mirada, provocando en mí un deseo oscuro y profundo, avivando la tentación de tocarla con mis manos aún secas por el arduo trabajo de la tierra, y mis dedos quisieron resbalarse y las yemas de éstos sentir la suavidad de su piel en ellos.
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CARTAS A MI CIUDAD DE NASHVILLE
Un saludo.
Akasha Valentine Escritora y Poeta.
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