La imagen que dábamos no podía ser más bochornosa: mis vaqueros estaban tirados en algún rincón de la habitación junto con el resto de mi ropa, y sin embargo con lo único que pude taparme en aquellos momentos fue con una escueta almohada de motel que apenas cubría una parte de mi anatomía. Dejé como acto de cortesía y caballerosidad las sábanas y mantas para la joven señorita quien, abochornada por semejante intrusión, se tapó la cara para ocultar así el color de sus ruborizadas mejillas.
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CARTAS A MI CIUDAD DE NASHVILLE
Un saludo.
Akasha Valentine Escritora y Poeta.
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