Eran las nueve y media de la mañana cuando le pidieron que se levantara de la cama en la que permanecía acostada y se pusiera en pie para ser trasladada al paredón de fusilamiento. La mujer obedeció la orden sin tener nada más que decir. Fue escoltada por diversos oficiales hasta plaza donde sería ejecutada en público. Los pocos asistentes que allí se habían dado cita eran los pocos supervivientes de las brutales palizas, violaciones y vejaciones de todo tipo perpetradas por aquella mujer sin alma...
Lectura completa en:
El ángel sin alma
Un saludo.
Akasha Valentine Escritora y Poeta.
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