Agobart Champfleury poseía entre sus muchos encantos un exquisito gusto por la moda de su época, un cultivado lenguaje y una prodigiosa y cultivada carrera de la que alardeaba en reiteradas ocasiones delante de sus amigos y conocidos de la alta burguesía. De ojos diminutos y nariz aguileña, el conde Agobart, con sus aires de dandi, era capaz de robar con su sola presencia el corazón de cualquier dama de la corte francesa. Pero él ya tenía puesta su vista en alguién muy especial, la duquesa Anne-Laure Bettina Jussieu Tocqueville, de quien se decía que su rostro eran tan perfecto y bello que siempre debía llevarlo cubierto...
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EL VELO DE LA NOVIA
Un saludo.
Akasha Valentine. Escritora y poeta.
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