Hubo una pausa y después un silencio sepulcral, roto más tarde por el aleteo de un cuervo, que graznó desde el cielo. Expiró el aliento y se detuvo al pie del camino, reprimiendo la sensación de angustia que ahogaba a su pecho. Con las escasas horas de luz a su espalda, extrajo del interior del bolsillo la pesada llave de su casa, pero una vez más se detuvo y se ahogó con su propia saliva.
Lectura completa en:
La ventana de la buhardilla.
Un saludo.
Akasha Valentine Escritora y Poeta.
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