Ataviado con su uniforme, G. T. Miston dio cuerda a su reloj de bolsillo en el umbral de la puerta de su casa. Levantó las solapas de su abrigo y cerró la puerta. El sonoro movimiento de sus llaves, el candil de su luz en la oscuridad, revelaban su profesión, su faceta como trabajador, y estaba tan orgulloso de su ejercicio que deseaba que llegara la noche para enfundarse en su traje y convertirse así en dueño de las oscuras calles hasta que la luz del día volviera a hacer de ellas un lugar seguro...
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La extraña muerte a la luz del candil.
Un saludo.
Akasha Valentine Escritora y Poeta.
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