Como
cuerpos agrietados y retorcidos en una danza macabra, así podían
describirse a las ramas de los árboles que al encapotado cielo
intentaban llegar, y bajo el extenso manto de niebla, un cuerpo
caliente y con el corazón latiente corría dejando atrás a sus
propias huellas, con las zapatillas llenas de hojas secas y de
insectos adheridos a las suelas.
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Un saludo.
Akasha Valentine. Escritora y poeta.
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