Lo mece entre tus brazos, y se balancea tres veces en la mecedora. Le sonríe con dulzura, y pega su diminuta cabeza contra su pecho. Respira aliviada por sentirlo.
El recién nacido aún duerme profundamente. Es un alivio de que sea un niño tan bueno, pero las pisadas la ponen nerviosa, las maderas crujen, las luces despertarán a los pequeños...
Lectura completa en:
La nana de Mary Anne
Un saludo.
Akasha Valentine Escritora y Poeta.
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